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Mi cocina, mi vida

Florencia Queralt

Florencia es argentina, aunque hoy día se siente también un poco uruguaya. Su pasión es cocinar, y basta entrar a su casa para constatar mediante los sentidos que el corazón de su hogar está precisamente en su COCINA.

Los aromas, las texturas, los objetos y hasta la distribución misma de la casa hace que todos los caminos conduzcan a una cocina amplia y luminosa, con una gran mesada central donde se desarrolla toda la acción ya sea para las comidas diarias, las veladas con familia o amigos, o las clases que imparte todas las semanas.
«Hace casi 6 años que llegamos a Uruguay a esta misma casa».
«Estamos felices, es como que nuestra familia sentó raíces en este país. Los chicos (Tomas de 12, Francisca de 10 y Faustina de 6 años) se integraron enseguida en el colegio. Me hice una familia uruguaya de arraigo acá, como también me pasa con muchos amigos argentinos».
Desde que arrancó El Gourmet, Florencia lo tomó como una guía, podía pasar una tarde entera en una seguidilla de programas, tomando notas. Recuerda especialmente a Dolly Irigoyen y a Juliana López May, quien más adelante jugaría un papel muy importante en su vida.

Le gusta aprender todo el tiempo y aplicar cosas nuevas.

Tradiciones familiares

Cocinar en familia es parte de su ADN, es un momento de largas charlas hablando de la vida, riendo y disfrutando. «Soy de Buenos Aires y pasé ahí toda mi vida. Vivía al lado de la casa de mi abuela, a 10 cuadras de lo de mis primos y todo como en un núcleo muy cercano. Mi marido en cambio, vivió en muchos lugares, casi que cada 3 o 4 años se cambiaban de país».
Florencia deja ver mucho de sí misma a través de su pasión. «Mi cocina es 100% emotiva, tiene que ver con mis recuerdos de la infancia, con lo que viví a medida que fui creciendo y pasando por las distintas mesas de mi familia. Cocinaba mucho más mi abuela que mamá, ella tenía esos platos que le quedaban perfectos y que le salían solo a ella, pero no cocinaba todos los días porque también trabajaba. Sí recuerdo esos días en que decía ‘¿qué quieren comer hoy?’, y nosotros elegíamos siempre lo mismo. A mí me encantaban unos riñoncitos con arroz al vino tinto».

En su familia además, se dio la particularidad de la coincidencia de culturas muy diferentes y eso enriqueció mucho su formación autodidacta. «De chiquita mi lugar era en la mesada de la casa de mi abuela Carmen. Toda la familia por el lado de mi abuelo es árabe y como que toda la tradición le llegó a mi abuela materna a través de su suegra que le enseño a cocinar todos los platos que ellos hacían. La cocina árabe es muy laboriosa, recuerdo a mi abuela pasarse horas en la cocina —cosa que hacía con gusto— para recibir un montón de gente, amigos de mi abuelo. En cierta forma me pasa algo parecido cuando cocino para Navidad, me gusta cocinar para la gente que quiero y lo hago con mucho amor».
Desde muy pequeña se metió en la cocina, «lo primero que aprendí a hacer fue a repulgar empanadas con mi abuela, que fue mi primera maestra, y después mamá con ciertos platos específicos».

Desde muy pequeña se metió en la cocina, «lo primero que aprendí a hacer fue a repulgar empanadas con mi abuela, que fue mi primera maestra, y después mamá con ciertos platos específicos».

El corazón de la casa

«Estoy todo el tiempo en la cocina, es como que el instinto me trae acá. Estoy haciendo cualquier cosa y cuando querés ver me puse a hacer una torta, una brusquetta, o se me ocurrió hacer pan. Los chicos siempre están dando vueltas, la cocina es como un espacio de unión, de repente cada uno en la suya, pero conectados. Yo puedo estar cocinando, ellos haciendo deberes o jugando con un amigo. Mi casa y mi familia giran alrededor de mi cocina y de la comida».

Luego del aprendizaje en la cocina familiar, su formación más profesional vino de la mano de Juliana López May, muy conocida por sus programas en el canal El Gourmet y alumna de Francis Mallman con quien recorrió distintos países ampliando su experiencia y finalmente consolidándose como una reconocida cocinera argentina que tiene en su haber varios libros que son material de cabecera para los adeptos a la buena mesa.
Para Florencia, Juliana era un modelo a seguir con quien además coincidía en el gusto estético de la decoración de las mesas y la presentación de los platos. Así fue que durante unos 7 años concurrió a sus clases, mientras paralelamente se desempeñaba como terapista ocupacional. La cocina era un hobby que siempre quedaba dentro de casa y entre amigos, más allá de toda esa experiencia que la llevo a ser una profesional. Si bien además de Juliana, concurrió a clases con otros cocineros, admite que donde más se formó fue con ella. Confiesa que en los institutos de cocina no se sentía a gusto, quería disfrutar, y la rigurosidad de los métodos le quitaba el encanto. «Siempre lo viví desde el disfrute, tanto para mí como para quien come. Creo que la energía con la que cocinas se trasmite, y prepararse para recibir poniendo una mesa linda es parte de esa experiencia donde les mostrás a los otros que pensaste en ellos, que hiciste toda una puesta en escena agradable para agasajarlos».
Al llegar a Uruguay la cocina se transformó también en una ocupación: «en esta cocina coseché todo lo que venía sembrando». Empezó con las clases con grupos promedio de 8 personas (que se fueron difundiendo boca a boca), con eventos de Juliana López May que viene a su casa, oportunidades en que Florencia es su productora, así como también en eventos como Mesa Brava y otros tantos que se dan en sus visitas a Uruguay.
Si bien hoy se siente más en un plano profesional, confiesa que «trabajar en la cocina» lo hace, siempre y cuando, no se pierda el disfrute y el gusto por su mayor pasión que no quiere empañar bajo ningún concepto. «En el ámbito laboral empecé a hacer con Maia Bunge (Belvedere Bakery) algunas cenas, que las pensamos como muy chiquitas y muy cuidadas, donde pueda estar nuestra esencia, nunca algo masivo, tratando de cuidar mucho los productos con los que trabajamos, como presentamos, la vajilla, etc.» También ha dado clases en De Arcos y forma parte de un proyecto con la fotógrafa Patricia Riba, la videografa Liliana Orhiuela y la diseñadora de modas Gabriela Curbelo, su colega Maia Bunge y Valentina Damiani como directora de arte. Se trata de una nueva forma de celebrar con grupos reducidos y se vende como experiencia de manera integral: toda la puesta en escena, la parte gastronómica y servicio de filmación y fotografía. Mientras conversamos, Florencia le va dando los últimos detalles al cheesecake con quinotos en almíbar aromatizado con cedrón, el mismo cedrón del matecito que compartía con su abuela. A medida que nos va contando como quedará este postre, admite que cuando da alguna receta siempre la pone en contexto de alguna historia, lo que valdría decir que cada una de sus recetas tiene una historia que contar.

Si bien hoy se siente más en un plano profesional, confiesa que «trabajar en la cocina» lo hace, siempre y cuando, no se pierda el disfrute y el gusto por su mayor pasión que no quiere empañar bajo ningún concepto.

Cocina de autor

Además de la cocina árabe que la trae incorporada en sus raíces, a esta cocinera le gusta todo tipo de cocina fresca, europea, griega, mediterránea, de productos muy autóctonos, todo lo que es olivas, tomates, quesos y vegetales de estación. «Me gusta armar platos chiquitos y poder degustar un poquito de cada cosa; también cocinar panes saborizados con distintos tipos de masas, desde uno crocante a uno húmedo, viajar por toda la historia de los panes, recorriendo lo típico de cada lugar; la cocina italiana y las pastas caseras, lo asiático, me gusta todo, sobre todo si es con ingredientes frescos». Florencia es una amante de la cocina en general y no se identifica con una en especial porque le gusta conocer y probar todo, pudiendo mezclar varias culturas en una misma comida. Justamente por preferir la gastronomía con ingredientes frescos sin mucho proceso de cocción, es muy exigente en cuanto a la materia prima que utiliza. Desde que llegó a Uruguay ha hecho una especie de investigación de mercado mediante la cual, ya tiene identificados a los mejores proveedores de cada tipo de producto.
Para recibirnos preparó en una mesa como para desayuno con granola y frutos secos (cranberries, coco y ralladura de limón); frutillas con un poquito de agave, unas trufas de coco y limón con yogur casero y unos amarettis de pistachos y arándanos. En la mesa principal se sirvió un tartine de pan de salvado con queso feta e higos en almíbar, y como postre, un cheesecake clásico con quino- tos en almíbar.
Cada una de estas mesas es una puesta en escena con objetos que cuentan una historia y son atesorados por su valor sentimental, que han llegado a ella como regalos o han sido encontrados en ferias o tiendas. «Generar ese ambiente lindo, creo que es hasta más importante que lo que sirvas». Como anécdota cabe destacar que la cocina de Florencia Queralt traspasa los muros de su casa y sus vecinos se ven beneficiados con regalitos que les deja en ventanas.

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